Más allá de los colectivos, de las etnias, las músicas y ritmos generados por aquellos esclavos africanos han sobrepasado las barreras de la opresión, de la insensibilidad de aquellos “dueños”, de la ignorancia de reconocer una cultura rica y en movimiento como se traía en los barcos negreros. Muchas veces, con celo, nos apropiamos no con cierta razón en algunos aspectos, de modos y costumbres que con el correr del tiempo se van mestizando y ya forman parte esencial de un país y sobretodo de sus gentes. Hoy, recibía el correo de alguien que no conozco, pero cuyo mensaje da muestras claras de la profundidad con que el Candombe identifica al uruguayo, de todo tipo de formación, de todas las clases sociales, residentes pero sobretodo a los uruguayos de la diáspora.
Estoy hablando de Héctor Tierno.
Como soy una compulsiva buscadora de información y por ende de conocimientos, busque en Youtube su canal y de allí por Google (bendito Google) encontré su blog.
Quiero compartirles un fragmento de su correo, fragmento que me ha hecho armar este post.
“porque tantas cosas que hice y que hago las he hecho por esa razón, la de tenderme un puente y la de tender puentes con el sentir y la identidad de nuestro pueblo.
Ahora no estoy en Uruguay, estoy en Italia, donde vivo desde 1978. Me exilié (exiliaron) con mi familia en esa fecha. Desde entonces, apenas pude hacerlo después del ’85, he ido a Uruguay con la frecuencia que podía permitirme (como los tantos uruguayos que andamos por ahí, fantasmeando por el mundo)”. Y sigue diciéndome en su correo:” Siempre fui muy carnavalero desde chico y de muchacho, y siempre creí y sigo creyendo que murga y candombe expresan profundamente a nuestro pueblo. Sé también que lo que siento es el sentir hondo de nuestra gente, todo lo hablamos candombeando, el candombe se ha hecho nuestro lenguaje. Y pienso que también sea un ida y vuelta, el candombe nos expresa y a la vez nos alienta para expresarnos. Sólo así pienso que podés explicarte el fuerte repicar de los tambores (“que tiemblan los adoquines”, como dice La Jacinta), o la vitalidad de los bailarines (vitalidad que comparten, felices de que bailen desde los chiquilines hasta los veteranos que ya no pueden casi ni moverse), o el flamear de esas banderas enormes multicolores (y le ves en la cara el orgullo de flamearlas a los que las llevan), o, y quizás éste sea el resumen de todo, esas ganas de seguir bailando leyendas, las leyendas de nuestra historia, cantar las viejas y proponer nuevas, siempre con esa vitalidad humilde de querer compartirlas”.
Después de esto, no preguntaré si es afrodescendiente, creo que eso no es importante ahora, porque su espíritu se ha identificado con el nuestro, porque lejos de la tierra, el Candombe sigue siendo la raíz que lo conecta con su suelo, a su esencia, casi el mismo recurso para no desfallecer que tuvieron los esclavos.
Gracias Héctor por compartir tu sentimiento.
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